Tengo una confesión que hacer: estoy harto del temita ese del "Elegido".
No me malinterpreten. Me encanta una buena profecía tanto como a cualquiera y creo que en mi fuero más interno, ese que uno mismo a veces no se anima a reconocer, yo también espero que un día me toque el timbre un mago con alguna propuesta difícil de rechazar, aunque más no sea por falta de candidatos mejores. Pero seamos realistas. Los elegidos hoy se dedican a la política partidaria más que a gestas heroicas donde el honor y la templanza son la piedra angular del relato. Tal vez, eso sí, porque carecen de ambas, pero no nos desviemos del tema y vamos a lo nuestro. La épica tradicional está más bien agotada y es que ya no hay mucho lugar para santos de la espada en el mundo literario de hoy –porque como buen reflejo del real, tampoco en él se observan–, salvo por las páginas de los libros religiosos e incluso allí, si se los lee de corrido, pierden parte del brillo. Pero no todo está perdido, la literatura como toda forma de expresión humana va mutando según el mundo y la sociedad evolucionan, y aparecen nuevos géneros tal vez un poco más sinceros, o al menos creíbles para los ojos de quienes habitamos el vertiginoso orbe.
Dicho lo anterior me voy a referir ahora a uno de los géneros en boga tal vez de lo más digerible y que no en vano está teniendo gran aceptación por diversos públicos. Y es que hay una verdad cruda e inquietante en los mundos de la llamada fantasía "grimdark" –ver los mundos de The First Law o Canción de Hielo y Fuego para referencia– que personalmente encuentro filosóficamente irresistible. Estas no son solo historias donde los héroes –ya no tan heroicos– se ensucian y la pasan mal un rato pero luego por obra y gracias del honor y la mera valentía, la cosa se arregla y todos felices y contentos comiendo perdices y a otro cuento. Nada más lejano. En esta otra narrativa se desmantelan sistemáticamente las mismísimas ideas del concepto de lo heroico.
Es aquí donde entra en escena, con sus botas raídas y embarradas, las manos sucias en más de un sentido y un cinismo picante de esos que te dejan la lengua áspera: la fantasía "grimdark". Para el neófito, diré que se caracteriza por poseer una estética narrativa caracterizada por la violencia, la corrupción moral y la ausencia de esperanza en todos sus tipos. Una ficción caracterizada por retratar mundos crueles y sin redención, con personajes que actúan desde la ambigüedad ética más que desde el heroísmo. Si bien esta definición tuvo su origen en el universo de Warhammer 40,000, hoy designa cualquier obra donde la oscuridad moral y el pesimismo estructural sustituyen al idealismo tradicional.
El escritor y periodista franchute nacido en Argelia, Albert Camus, filósofo del absurdo, ya nos hablaba de la inútil búsqueda de sentido que tenemos los seres humanos en un universo que se mantiene ajeno y en aterrador silencio. Para él, los seres humanos somos como Sísifo, condenados continuamente a empujar una roca montaña arriba para, cuando al fin lo logramos, verla caer sin remedio. Una y otra vez hasta la eternidad. Y es que si al universo no le importamos, lo único que nos queda es rebelarnos. No destruyendo el universo –¿cómo podríamos?– o encontrando un sentido oculto que evidentemente no posee, sino abrazando la lucha misma. Tenemos que imaginarnos a Sísifo feliz.
¿Pero cómo cuaja todo esto con la fantasía épica de toda la vida? Veamos: de algún modo Sísifo encontraría una palabra o instrumento mágico que haría que la roca se quede quieta. El universo, como autor benévolo, le daría sentido a su lucha y finalmente la recompensaría con el tan ansiado descanso. ¿Empalagoso, cierto? En el grimdark, en cambio, la roca es simplemente una roca y la gravedad la fiel albacea de la Física Newtoniana. Acá no hay trampas ni deus ex machina. Acá la roca cae las veces que tenga que caer y punto. Tipos como Sand dan Glokta de Joe Abercrombie o Tyrion Lannister de George R.R. Martin no están en medio de un viaje heroico. Están, y con suerte seguirán estándolo si no pasan a mejor vida, en una sucesión de eventos degradantes y dolorosos que rara vez llevan a un propósito grandioso.
Entonces, ¿dónde carajo está la rebelión camusiana en medio de tanta podredumbre?
Está en los actos chicos, pero terriblemente significativos, de vivir a pesar de todo. No se trata de salvar el reino; se trata de conseguir un brandy un poco mejor, de sobrevivir a la próxima sesión de tortura por pura viveza criolla, o de proteger a una sola persona en un mundo empeñado en la destrucción. El "final feliz" del grimdark no es una coronación. Es sobrevivir. Es el personaje y no su destino quien, después de que el mundo lo haya hecho pedazos, elige dar un paso más, sangrante y doloroso, hacia adelante. Se imaginan a sí mismos sin ser derrotados ante un universo al que le da lo mismo y con eso les alcanza.
Ahí es donde el grimdark nos muestra un espejo incómodamente honesto. Nosotros no vamos a derrotar a un Señor Oscuro y a quedarnos con la princesa y el reino. Nuestras batallas son más terrenales: fracasos personales, trabajos ingratos y una rutina que nos carcome de a poco. Por eso nos gusta, porque el sentido trascendente es tan esquivo para nosotros como lo es para un soldado en las murallas de Poniente que cuida al reino vaya uno a saber de qué peligros incognoscibles.
El poder filosófico de este género está en rechazar el "consuelo metafísico" del que hablaba Nietzsche. No te promete que todo pasa por algo. Muy por el contrario, te sugiere con una sonrisa amarga, que el único sentido que existe es el que nos forjamos nosotros mismos con herramientas oxidadas y en la penumbra.
No digo que no leamos fantasía épica, pero si en algún momento nos hartamos, si sentimos que estamos para más, tal vez sea hora de aceptar que el peso de la roca de Camus, incluso en un entorno de ficción, es lo más sincero que nos puede suceder. Porque, admitámoslo, esos personajes se las arreglan bastante bien con lo absurdo en un mundo donde el heroísmo suena a cliché imbuido de banalidad y la virtud es un pasaje directo al cementerio. Ellos sobreviven haciendo lo que haya que hacer, dándonos además una clase magistral sobre rebeldía humana en un universo que no regala nada. Si además nos hacen sentir un poco menos solos entonces todo habrá valido la pena, porque si algo hemos aprendido de la historia de la humanidad, es que cuando se sufre acompañado se sobrelleva más fácilmente.
Hasta acá mi devaneo mental y filosófico. Ahora los leo a ustedes. ¿Ven la crudeza del grimdark como puro nihilismo, es decir: en un mundo que nada vale la pena esto tampoco, o encuentran como yo lo hago, al menos una tibia, extraña y resiliente esperanza en su honestidad descarnada? ¿Qué personajes se les ocurre que, contra todo pronóstico, encarnan el espíritu de Sísifo?
Los comentarios están abiertos, sorpréndanme. Pónganse cómodos y filosóficamente en bolas, pero, eso sí, con altura.
Los quiere: Marcos

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