"Hola" me dijo, y el mundo comenzó a girar una vez más. Eligió mi fuego entre todos los fuegos, lo cual me hizo dudar de la misma realidad. Me tomó la mano y ascendí a las puertas de las nubes, brillaba entre el gentío e iluminaba el lugar, ella viva, radiante y vulgar. Razonar ya no era primordial, zaceó mi hambre con una dieta singular.
Me dio sus noches, su alegría y su pesar. Caminó conmigo y en parte me enseñó a caminar, y aunque mis pasos eran lentos yo la sentía trotar. Viví la utopía y aun así quería más, como Atlas cargué su peso y lo hice sin pensar, mientras mataba su pasado lo revivía todavía más.
Las estrellas brillaban en el cenit del ensueño, las noches eran día en un simple pestañeo. Y aunque cada disputa se solucionaba de manera formal nunca pensé que eso algún día se iba a quebrantar. Me dio de probar cada fruta de su edén, mi guía no era la famosa estrella, eran los lunares de su espalda hasta el sostén. Créanme que cuando abrió sus alas me enseñó a volar y cuando abrió sus piernas por Dios que me enseñó a amar.
Corté un pedazo de mi alma con las espinas de esa rosa, y aunque sentí la sangre fría en mi cuerpo pude oler todo su aroma. Ese ángel dejó mi ser en apoteosis, y aunque la droga es mala siempre quise de su dosis. Fue mi doctora y mi enfermedad al mismo tiempo, me curaba en su guardia por las noches si en su espalda apoyaba mis dedos, me diagnosticó dependencia, inmadurez y mucho apego los cuales desperté en cierta parte por sus caprichos y su ego.
Casi 110 lunas fueron testigos de mi anhelo y aunque siempre miraba el cielo cada vez la veía menos. El universo es mente, correspondencia y vibración. El mío fue entrega, idealismo y devoción.
Se me presentaron leopardos, leones y hasta una loba y esquivé a mil Virgilios que me hablaron otro idioma, abandone toda esperanza por la causa si soy sincero y mis mejillas se mojaban mientras llenaba unos cuantos ceniceros.
En cada oscuridad hay una lección guardada, un camino que se revela cuando termina la jornada. Así en los momentos más sombríos y duros, aprendo a encontrar luz y construir nuevos futuros.
A decir verdad, nunca podría haberme dado cuenta solo, detrás hubo gente alumbrando como apolo. Hubo algunos que aportaron, otros que escucharon, y mi anhelo de crecer es mi manera de agradecer.
Así para concluir
De las cenizas sale el fénix y el aprendizaje del tropezón, estos versos no se escribieron solos, me los susurró el corazón.


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