EL ESPEJO GÓTICO
Espejo gótico místico con fondo sombrío de reflejo boscoso en lago espejo de fantasía.
Usualmente, un sastre sostenía su batalla diaria, rodeado de aparente desorden, retazos de trapos en el suelo, restos de hilos en su pantalón, agujas rotas, tizas, reglas, en fin... Cosía trajes a la medida, pero siempre cuidando el inmenso espejo ubicado de manera vertical en la pared frente a su máquina. Este espejo tiene una interesante característica, considerando que no solo las personas que van a medir sus trajes se observan en él, quienes pasan frente a la sastrería también quieren hacerlo. Esto les permitía ver su apariencia física, pero penetraba en el alma de cada uno. Deslumbrando por su tamaño tenía la capacidad de mostrar y revelar el verdadero ser. El sastre siempre amigable, aparentemente desconocía este poder oculto en el espejo. Para él era solo una herramienta más de trabajo. Pero sin saber ayudaba a descubrir los enigmas de la personalidad, revelando imágenes interiores con sus caras, quienes se miraban entraban y salían con la máscara que los manuscritos que cada vida murmuraba. Un día el pequeño hijo del sastre jugaba a ser el centinela que vigila el palacio de los espejos. Sin sombra iba y venía dentro de él, trazando su autorretrato, doblegando la realidad, transformado, con diferentes rasgos, advirtiendo lo que ocurre allí adentro. Repetía plegarias secretas, blasfemias, mencionaba al maltrecho mundo, las fragancias con murallas y olor a naranjas muertas. Pálido, su padre lo miraba con asombro, de algún modo le creía y para evitar la dualidad de la naturaleza humana prefirió retirar el espejo y guardarlo en un lugar secreto. Desde el fondo de los años aquel joven inquieto solo en su habitación, ausente de espejos quien ya no era el humano que jugaba infinitamente, recordaba su infancia mientras sufría el abominable destino de conseguir el espejo tapado con retazos de trapos detrás de un viejo escaparate. Infinitas imágenes perfectas e imperfectas se construyen en aquel pequeño espacio, al mismo tiempo se daba cuenta que esos reflejos eran las posibilidades que deforman los pensamientos, el alma refracciona la luz de los mundos personales. Entendió que el aislamiento es el alimento del miedo de toda la gente, eso lo sabe el minotauro del espejo. Los monstruos se ven en sus laberintos, construyendo seres humanos que no existen, mientras la vanidad se repite como un error. Era cuestión de tiempo para que la historia regresara. Obsesivo en la sublime belleza humana, aquel espejo robaba sus almas, el verdadero mundo existe dentro de él, su dimensión real proyectaba hacia afuera el imaginario de la fantasía que vive en cada persona en su mundo no real como símbolo del desconocimiento interno. Pero el joven mirando fijo aquel universo, vio a su padre sentado frente a la máquina, y le preguntó:
—¿Por qué no puedo interpretar el hecho de que estés ahí suspendido en los límites del tiempo y yo aun soy temporal ante la presencia de mi reflejo? En aquel estado mental su padre responde:
—Soy un codigo del sistema como todo lo que expresa la falsa realidad, configurado en un bucle que recrea lo que no somos de manera numeral, describimos formas sin límites, nos desplazamos en mundos constantes escondidos entre espejos clandestinos, sin lenguaje en un juego literario que vive entre universos paralelos. Por eso derivo en el espacio que no existo, siendo niño, entrando y viviendo en el palacio de los espejos.
Tras su mágica y desolada explicación, su memoria cita a Platón, cuando dijo: “conócete a ti mismo”. Entonces obligó a sus pensamientos a preguntar: ¿Es indeterminable la cara del espejo? ¿Cada trozo de él es una partícula ignorada de los símbolos litúrgicos de cada nombre? ¿Por qué somos clandestinos? ¿Para qué existen los espejos?
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